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Regurgitaciones: afecta a 1 de cada 3 bebés

Consisten en el movimiento del contenido gástrico hacia el esófago y a veces incluso la boca. Es un síntoma frecuente, que ocurre principalmente en los primeros meses de vida y va mejorando con el crecimiento del bebé.

La incidencia de la regurgitación gastroesofágica aumenta entre los 2 meses y 6 meses de edad (probablemente debido a un mayor volumen de líquido en cada comida).
Actualizada: 14/10/2017 17:37
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Cuando la mamá nota que, con frecuencia, en su bebé los alimentos vuelven del estómago a la boca sin esfuerzo, sin la necesidad de un acto físico impulsivo, se está en presencia de un cuadro de ‘regurgitación’. Aunque no suele representar gravedad, este trastorno digestivo funcional afecta a 1 de cada 3 bebés y preocupa a todo el entorno familiar.

Junto con los cólicos estomacales y la constipación o estreñimiento, la regurgitación está considerada como uno de los trastornos digestivos funcionales, que son situaciones en las que se presenta un conjunto de síntomas crónicos recurrentes, pero sin un origen orgánico, por lo que no son considerados enfermedades. Son una manifestación producto de la inmadurez del tracto gastrointestinal y, si bien generalmente revierten solos con el tiempo, los trastornos digestivos son unos de los principales motivos de consulta al pediatra.

Es importante diferenciar esta regurgitación, que es este trastorno digestivo funcional, de lo que se conoce como reflujo gastroesofágico patológico, que sí es considerada una enfermedad. Afortunadamente, ésta es mucho menos frecuente, pero puede generar irritabilidad, problemas respiratorios y, en ocasiones, un crecimiento deficiente. Por eso, es tan necesario que el profesional arribe al diagnóstico preciso.

Por otro lado, es pertinente mencionar que algunos especialistas sostienen que los niños con regurgitación tienen incrementado su riesgo a futuro de presentar déficit de atención, problemas alimentarios y trastornos digestivos funcionales del adulto, como síndrome de intestino irritable o colon irritable. Otra razón para trabajar en el manejo de los síntomas de este trastorno.

De visita por Argentina para participar en diversas reuniones científicas, Jaime Ramírez Mayans, médico pediatra especialista en gastroenterología y nutrición, Jefe del Departamento de Gastroenterología y Nutrición del Instituto Nacional de Pediatría de México, explicó que “hablamos de regurgitación como trastorno funcional cuando esta situación se presenta de manera crónica, no ante un episodio aislado. Debemos diferenciar bien la regurgitación -o reflujo- del vómito, ya que en la primera el bebé lo hace sin darse cuenta y sin esfuerzo, mientras que el vómito requiere de esfuerzo y ocasiona dolor”.

La incidencia de la regurgitación gastroesofágica aumenta entre los 2 meses y 6 meses de edad (probablemente debido a un mayor volumen de líquido en cada comida), pero comienza a disminuir después de los 7 meses. Se resuelve en aproximadamente el 85% de los niños para los 12 meses y en el 95%, en 18 meses.

Los especialistas destacan la importancia de hablar con los padres sobre cómo y cuándo se dan los síntomas y qué tipo de reacciones tiene el niño, además de realizarle un examen físico, para poder arribar a un diagnóstico certero de este trastorno funcional. Si este es el caso, se tomará como parte del proceso evolutivo natural de desarrollo del sistema digestivo y, en paralelo, se descartará la presencia de cualquier enfermedad de base.

El abordaje de un trastorno digestivo como éste implica brindar toda la información necesaria a los padres, incluidas las recomendaciones dietarias, para tranquilizar al niño y alcanzar el mejor manejo de los síntomas posible. No requiere el uso de medicamentos.

Para aquellos niños que por diversos motivos no reciben lactancia materna, y si el profesional de la salud lo considera necesario, existen leches medicamentosas ‘antirreflujo’, es decir, que están específicamente diseñadas para este trastorno digestivo. Éstas pueden ser útiles para favorecer la disminución de las regurgitaciones, al tiempo que garantizan una adecuada nutrición del niño.

En Argentina, la cobertura de estas fórmulas está garantizada por la ley nacional Nº 27.305, que establece que la leche medicamentosa ‘debe ser garantizada a todas aquellas personas que las necesiten y cuyo cuadro patológico esté justificado por el pediatra o especialista’.

“No está demostrado que los medicamentos como antiácidos y otros produzcan algún beneficio para estos niños y afortunadamente la mayoría de los trastornos digestivos funcionales irán desapareciendo con el tiempo, muy difícilmente se extenderán más allá del año de vida. Pero, sin ninguna duda, la modificación de algunos hábitos alimentarios contribuye a mejorar el cuadro, así como también se recomienda complementar la dieta con leches de fórmula especialmente diseñadas para este tipo de cuadros, que sí han demostrado reducir el reflujo y de paso el niño está recibiendo un alimento y no un medicamento, completó Ramírez Mayans, quien además es profesor titular del curso de gastroenterología y nutrición pediátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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